sábado, 1 de febrero de 2014

La democratización del control

Con el título de este post, visionando de este vídeo y la imagen que hay debajo te puedes ahorrar el resto del artículo.





La semana pasada he estado profundizando en las herramientas de gestión de redes sociales, Vizifly, Hootsuit, Xefer, SocialBro, Twitonomy, etc. El tremendo potencial de estos servicios me sugiere una reflexión que ya adelante en mi post anterior y que ahora comparto.

Disolución de las fronteras entre lo público y lo privado


A finales de los 90´s, la expansión de internet, la transición de la fotografía y el vídeo analógico a las tecnologías digitales y, algo más tarde, la popularización de la banda ancha, retocaron las fronteras entre lo público y lo privado. Recuerdo haber recibido un correo electrónico en el año 99 con el título "ana tetas grandes novia tonta puta infiel" el contenido era la imagen de una adolescente desnuda en ademán de enseñar su pecho a quien la estaba fotografiando. El título insinúa una situación en la que una chica confía en su nuevo ligue y este hace de su conquista un hecho público y, a la vez, despiadado.

El fenómeno crece


Por aquellos años empezaron a proliferar ese tipo de mensajes y en los centros educativos empezamos a escandalizarnos por los primeras fotos y grabaciones de alumnos de centros, más o menos cercanos, colgadas en la web. Casi era portada en los diarios cuando algún vídeo de actos sexuales entre alumnos "pillados" era subido a la red. Nos sentíamos desbordados por el fenómenos, por la facilidad de acceso a la vida e imagen privada de los demás. Luego vendrían Tuenti, etc y las fotos de profes en clase  y de compañeros colgadas para escarnio público a través de los comentarios. Ciberbullyng.

Todos espías


Uno pensaba, made mía, nos vamos a convertir en espías unos de otros, ¡queriendo o sin querer!. Bien entrada la década de los 00´s, tímidamente nos buscábamos en Google, a ver si "algo nuestro" andaba circulando por ahí sin nuestro conocimiento. Hace poco me sorprendió ver unas fotos de mi familia en una comida de campo. Intentando rastrear su origen descubrí, que habían sido subidas por mí desde la aplicación Wikiloc-móvil a la vez que subía el track de una ruta de campo. Saqué las  fotos con el móvil desde la función de la aplicación de rutas y estas se subieron a la red junto con el track, localizadas y todo bajo las órdenes de mi nick. 

Monitorización de todos por todos


Aquella anécdota fue inofensiva y ni siquiera me molesté en eliminar las fotos. Pero pensaba ¿cuántos datos nuestros y de otros colgaremos sin las suficientes cautelas? En esos años ya nos estábamos acostumbrando, sin darnos cuenta de las dimensiones del fenómeno, a que los medios de comunicación ilustrasen sus noticias, cada vez más, con fotos y vídeos caseros, obtenidos con cámaras privadas, muchas veces por casualidad.  ¡Montiorización de todos a todos!



En 2005 me sorprendió mucho esta foto, portada de varios diarios. La actitud del espectador-consumidor de los grandes eventos públicos y turísticos había cambiado. No nos conformamos con observar-disfrutar del acontecimiento, sino que sentimos la pulsión de registrarlo, en principio para consumo privado. Pero podemos imaginarnos cuántos de esos archivos acabarán en la red, cuántos sin las suficientes medidas de seguridad. Sobran ya los fotoperiodistas. De hecho parece que se su nuevo nicho es la fotografía periodístico-artística. Un año antes de esta imagen la prensa se estaba haciendo eco de una encendida polémica sobre la pertinencia y/o legitimidad de instalar cámaras de vigilancia públicas o privadas, en la calle y en ciertos establecimientos. Me da la risa de sólo pensarlo. La sociedad civil se oponía a unas prácticas de las que, en parte sin saberlo, ya estaba participando de forma muy activa.

Oficial y extraoficial


Ya es difícil discernir qué es una cosa y que es otra. Como entre lo público y lo privado. Estamos monitorizados por Google Earth, por los rádares de tráfico, por las cámaras de tráfico, etc. Las agencias de inteligencia estadounidenses han llegado a varios acuerdos con empresas como Apple, Google y otras, para acceder a los datos de localización, de navegación e incluso a los archivos privados de los dispositivos móviles y de las cuantas de usuario de cualquier ciudadano.

La evolución de las herramientas de control 


Toda la vida humana está prácticamente monitorizada. El volumen de archivos es tan ingente que cabría pensar que es incontrolable, inabarcable. Ni siquiera la agencia con más afán de control podría rastrear toda esta información. Pero la tecnología nos brinda herramientas para que nosotros mismos clasifiquemos la información que más o menos inocentemente hacemos pública, tags, hastags, reconocimiento facial. Apreciamos estas herramientas que con un poco de esfuerzo nos permiten ordenar la información que subimos a la red. Esto facilita enormemente las búsquedas. Y lo hacemos encantados bajo la ilusión de que es inocuo, e incluso de que lo hacemos porque queremos alucinados con las ventajas que nos brinda. 



En tiempo real


Los dispositivos móviles, las tecnologías 3g y 4g, la geolocalización y las redes sociales han facilitado que esta permanente monitorización se de en tiempo real. Desde el móvil actualizamos nuestra biografía de Facebook simplemente sacando una foto y pulsando un botón. Y a través de twitter construimos dossiers de noticias que son más fiables, más objetivos, más instantáneos que cualquier reportaje de un medio de comunicación convencional. Y en ocasiones de dimensiones mayores que el acontecimiento mismo. Y todo ello "ya", mañana ya es tarde. Si uno va en el medio de una manifestación, puede sacar su móvil, acceder en Twitter al #hastag del evento y enterarse en ese instante que en la cabecera o en la cola está habiendo disturbios. Con Waze podemos seguir la evolución del gran atasco de tráfico que hay unos kilómetros por delante de nosotros. ETC. 

La democratización del control


Nietzsche dijo "Dios ha muerto" y cien años después Lipovestky añadió "... y a nadie parece importarle". Muchos nos asustamos ante esta capacidad de control. Otros lo encajan con total normalidad en sus vidas. Los que tenemos edad suficiente para haber vivido la pequeña historia que aquí se relata, bis mostramos cautelosos, e incluso asustados ante estos fenómenos. Aún nos movemos con la consigna de preservar nuestra vida privada más allá de donde es ya posible. Tratamos de no dejar rastro en la red, nos entristecemos cuando nos enteramos de que se está haciendo uso de nuestros datos privados y nos alegramos cuando los estados que lo hacen prometen limitarse. Pero me río yo de la promesa de esta misma semana de la NSA de autolimitarse en el control de esos datos. ¡Pero si ya todos podemos explorarlos!. Las generaciones nativas digitales no solo no parecen asustarse ante este fenómeno sino que participan de él, lo explotan, lo usan, lo celebran. El vídeo de SocilaBro con el que se abre este post es un ejemplo de hasta donde podemos ejercer y utilizar ese control unos con otros.

Quizá la cautela sea una actitud trasnochada. Quizá debamos vivir todo esto con esa inocente alegría tecnológica con la que está, de hecho, ocurriendo. 



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